Ya se acabaron las vacaciones, y no os imagináis lo que me ha costado volver.
Hemos estado en una casita aislada en los montes de Toledo, y es una maravilla para los niños (y para la madre, claro). Desde la mañana las niñas estaban libres para ir por donde quisieran sin restricciones ya que no hay ni casas, ni gente, ni coches por alrededor, por tanto, el único riesgo era que se pelaran las rodillas.
El problema es la vuelta, cuando empiezan de nuevo las restricciones, los horarios... y en mi caso, el trabajo.
Bueno, que no os cuento más de mi síndrome post-vacacional, lo que quiero mostraros hoy es un cancrejo de mar que hemos hecho con un plato de cartón, incluso os traigo su molde correspondiente.